¿Cuántos niños habrán nacido el 21 de noviembre de 1957 en Tegucigalpa? Esta podría ser una pregunta que se hiciera el escritor Horacio Castellanos Moya quien nació justamente ese día y dedicó toda su carrera literaria a intentar entender las causas que nos llevan a sobrevivir a la masacre y a mantenernos en pie. Un escritor comprometido con la humanidad y creador de una narrativa estrechamente ligada con la problemática de la violencia como condicionante indivisible de la realidad.
En el 2014 Castellanos recibió el Premio Iberoamericano de Narrativa, que fue una muestra de respeto por parte de la literatura latinoamericana hacia su intensa labor. Su obra que había comenzado con aquella novela «La diáspora», publicada en 1988, y a la que le habían seguido «La diabla en el espejo», «Tirana memoria» y «El sueño del retorno«, entre muchas otras, recibía un empujoncito para volverse más popular y darle más visibilidad a un autor impresionante de Centro América.
Aunque nació en Honduras, Castellanos Moya pasó sus primeros años de vida y educación en El Salvador, lugar de donde era su padre. Así estuvo durante décadas yendo de un punto al otro y absorbiendo las costumbres e historia de cada uno de estos países. Al finalizar sus estudios, sin embargo, decidió abandonar sus conocidas tierra y se mudó al extranjero: vivió en Canada, en Costar Rica y en México a lo largo de diversos períodos de tiempo. Trabajó como periodista, redactor y secretario, mientras comenzó a labrarse un destino en la ficción, que comenzó a hacerse realidad con su novela «La diáspora», que obtuvo un cálido recibimiento de la crítica y del público. Cabe señalar que ganó el Premio de Narrativa «José Simeón Cañas» organizado por la Universidad Centroamericana.
Castellanos Moya también ha experimentado en otros géneros literarios. En el relato ha publicado títulos como «El gran masturbador», «Como si lo hubiéramos jodido todas» y «La Chelita». Es autor también de ensayos literarios, tales como «Recuento de incertidumbres: cultura y transición en El Salvador» y «La metamorfosis del sabueso: ensayos personales y otros textos». Además ha cultivado el género poético y ha tenido a su cargo la compilación de diversas antologías, tales como «La margarita emocionante» y «Cinco poetas hondureños». Actualmente divide su tiempo entre la Universidad de Iowa, donde da clases de Literatura, y redactor en la Revista Sampsonia Way Magazine.
Uno de los elementos reincidentes en la obra de Horacio Castellanos es la violencia y la violación de los derechos que han sufrido los pueblos primigenios en Latinoamérica. En su novela «Insensatez», por ejemplo deja en evidencia el extermino de los aborígenes guatemaltecos durante la Guerra Civil. de una forma absolutamente eficiente, Castellanos consigue hacer de la violencia una forma de escritura, porque hay cosas que no permiten una forma dulce de decirse. El miedo, la impotencia y la desesperación son elementos de la obra, comunes a los personajes, y que el autor consigue describir de una forma escalofriante.
Roberto Bolaño dijo de él que era un escritor melancólico que parece vivir en fondo de alguno de los muchísimos volcanes que surcan su país, y desde allí escribir, como quien pelea. Y en el fondo eso es lo que nos encontramos: una escritura coloquial y rabiosa que nos lleva por cavernosos túneles donde el dolor y la violencia se abren camino y parecen enlazar las vidas de los personajes, como si no hubiera nada más allá de los golpes.
Indudablemente la narrativa centroamericana tiene una gran deuda con Castellanos Moya, puesto que ha sabido contar historias auténticas, llenas de dolor y de realidad pero que permiten que ciertos hechos históricos, de países que parecen no contar en el desarrollo de la vida del mundo, para que los actos de violencia institucional y normalizada, al menos, sean conocidos. Leer cualquiera de sus obras puede ayudarnos, a su vez, a entender lo mucho que se puede decir desde un lenguaje rústico y coloquial.