Aunque estudió Sociología, Juan Villoro es un amante innato de la literatura que nació el 24 de septiembre de 1956 en Ciudad de México y que ha sido galardonado con importantes premios literarios, tales como el José Donoso y el Herralde de Novela. Además de ser un prestigioso narrador, desempeña labores de periodista y escribe en torno a temas de actualidad cultural en diversos medios en papel y digitales. Ha colaborado con espacios tales como «Proceso», «Vuelta» y «La Jornada», por nombrar tan sólo alguno de ellos. Su pasión por el fútbol le ha llevado a ser cronista en algunos mundiales y a escribir numerosos textos sobre el tema, en los que siempre deja en evidencia su fervor por el Barcelona. Por otro lado, ha desempeñado labores de educador tanto en México como en Estados Unidos y brindado conferencias y mesas redondas en diversos países.
Su primera novela, que vio la luz en 1991, se llamó «El disparo de argón» y pese a no contar con una total repercusión en el mundo del libro sí que recibió interesantes críticas. La mayoría de ellas coincidieron en que Villoro venía a establecer un maravilloso equilibrio entre el caos y la irremediable cercanía del desmoronamiento. Posteriormente publicó «Materia dispuesta» y «Llamadas de Ámsterdam», obras que vinieron a confirmar su inmensa calidad narrativa y que colaboraron con su popularidad. Continuó así ofreciendo una exquisita variedad de historias que reflexionan en torno a nuestro tiempo y que proponen una nueva forma de escribir y entender los entornos.
Pero antes de ser el novelista por todos conocido Villoro publicaba cuentos para niños y en México había conseguido un cierto renombre como autor de relatos infantiles; de hecho, al día de hoy continúa interesándose por el género que le ha dado sus primeras grandes satisfacciones. «La noche navegable», «La alcoba dormida» y «El libro salvaje» son algunos de los títulos que le han otorgado esa dicha. Otro género por el que se ha interesado es el de los relatos de viaje; recientemente la editorial Altaïr ha publicado «Palmeras de la brisa rápida: un viaje a Yucatán», un libro de este género que vio la luz por primera vez en 1989 de mano de la editorial Alianza y que ha dado mucho de qué hablar.
Al expresarse en torno al desdoblamiento que exige la escritura entre la narración y el periodismo Villoro manifiesta que vivir rodeado de ficción es maravilloso pero de vez en cuando también se necesita de ese cable a tierra con la realidad, y en ese punto la crónica puede ser una maravillosa herramienta; no sólo porque aporta formas de decir las cosas que pueden ser útiles para regresar al otro género con nuevos argumentos y enriquecerlo, sino porque pueden servirle a él para no salirse del todo de la realidad, a mantener los pies sobre la tierra. Si bien la crónica al día de hoy tiene un lugar destacado como género literario, cuando Villoro comenzó a desarrollarla no era así, puesto que todavía se consideraba que el periodismo y la literatura de ficción eran dos universos absolutamente disociados y diversos. Sin duda trabajos como el suyo ayudaron a reafirmar las particularidades del género y lo dotaron de prestigio.
Villoro está convencido de que todo cronista establece un contrato con su lector que le exige decir la verdad, pero que ésta es subjetiva, por lo que la mejor forma de cumplir con esa condición es crear un universo lo más cercano al concepto de realidad que se tiene e intentar guiar al lector hacia las preguntas correctas. En la ficción, por el contrario, el contrato exige entretener y a la vez establecer caminos de reflexión entre la fábula y la realidad. Leer a Villoro es sin duda una buena manera de entrar en el mundo sin salir de la buena literatura.