Alan Pauls nació en Buenos Aires el 22 de abril de 1959 y aunque fue un autor precoz y fructífero, su mayor reconocimiento le llegó hace poco más de una década, al conseguir el prestigioso Premio Anagrama de Novela, con su obra «El pasado».
La precocidad no es un bien común a los buenos escritores, pero algunos contundentes referentes de la literatura la han experimentado. En la literatura argentina hay numerosos casos. El de Alan Pauls es uno de ellos. Con 21 años escribió «El pudor del pornógrafo», una novela que se nutre de las técnicas del género epistolar para plasmar una relación perturbadora entre un extraño personaje, la literatura y el deseo. Es ésta una obra llena de referencias a la literatura y con interesantísimos pasajes, que representa el punto de partida de lo que sería años más tarde una obra contundente y auténtica.
El bichito de la escritura ya le había picado, y desde entonces no le abandonaría. «El pasado», sin embargo, fue la obra que le permitió trascender las fronteras nacionales. En el 2003, conquistó con ella el Premio Herralde de Novela, a la que le seguiría la trilogía compuestas por las novelas «Historia del llanto», «Historia del pelo» y «Historia del dinero», en las que encontramos un cuidadoso cuadro sobre los años setenta en Argentina, la dictadura y sus fantasmas. Estas últimas obras tuvieron una excelente recepción entre los lectores y se encuentran seguramente entre las novelas argentinas más importantes de la última década. De ellas se dice que muestran con exactitud esa armonía entre dramatismo y comedia, que tan bien ha sabido cultivar Pauls.
La obra de Pauls se compone de una decena de novelas y varios textos ensayísticos escritos con la compulsión de quien quiere dejar una marca indeleble en todo lo que toca. Sin embargo, su versatilidad no se restringe al manejo de las palabras a través de la escritura, también ha incursionado en el cine, como guionista («La era del ñandú», «Vidas privadas») y como actor («Medianeras» y «La vida nueva»). En lo que respecta a sus ensayos, sería imprescindible mencionar «Cómo se escribe. El diario íntimo» y «Manuel Puig. La traición de Rita Hayworth».
Josefina Ludmer y Ricardo Piglia fueron sus maestros, quienes le ayudaron a encontrar su voz y a posicionarse como lector y escritor. Scott Fitzgerald y Philip Roth son otros dos nombres que le vienen a la cabeza cuando se trata de hablar de referentes literarios. Es un lector fervoroso y asegura que le interesa la vida artística de los escritores, pero no la cronología biográfica. Roberto Bolaño dijo de él que era uno de los mejores escritores latinoamericanos vivos. Aunque ¿qué más da también lo que pensara Bolaño? Con las lecturas no hay que fiarse ni de los buenos escritores. Aunque, en el caso de Pauls, sí que es verdad que al zambullirnos en sus historias es inevitable transportarse a sus escenas y sentirse parte de ellas.
Respecto a su forma de entender la literatura, lejos está de ser un mero medio para contar historias. Para él se trata de un espacio para crear mundos, con sus formas y capas; un mundo que es posible gracias al lenguaje y, por lo tanto, debe mantener con él una relación estrecha, podríamos decir de ósmosis: leerlo puede ayudarnos muchísimo a entender esta concepción del oficio. Cabe señalar, además, que este tema aparece en todas sus obras, comenzando por aquel libro precoz: «El pudor pornográfico». A lo largo de su obra, sin embargo, su forma de reinterpretar a los clásicos y de entender el propio oficio ha ido mutando, como se transforma el deseo del protagonista de aquella primera obra. Sin duda, un autor al que hay que leer-seguir con atención.