Manuel del Cabral nació el 7 de marzo de 1907 en la República Dominicana y falleció el 14 de mayo de 1999 en ese país. Su acercamiento a los libros comenzó a temprana edad y aunque su padre creyó (y lo deseó) que se convertiría en un importante abogado o juez, el Derecho no era lo suyo. Su pasión por la poesía le llevó a abandonar la universidad y abocarse a actividades vinculadas al mundo de las letras. Así, comenzó trabajando como librero y linotipista y más tarde, tras la publicación de su primer poemario titulado «Pilón» emigró a Estados Unidos con el deseo de trabajar y vivir en la inmensa New York. La vida le sonrió cuando consiguió un trabajo de diplomático en la embajada de su país en Washington, lo que le permitió vivir tranquilamente haciendo un trabajo que le gustaba a la vez que sacaba tiempo para escribir.
Gracias a su carrera como diplomático recorrió muchos países, lo que le permitió entablar relaciones con personajes de la esfera literaria y enriquecerse con las múltiples poéticas que se estaban desarrollando en esos lugares. Aunque cultivó mayoritariamente la poesía, también le dedicó tiempo al relato y a la crónica. En su obra encontramos una gran diversidad de temas que van desde el amor y la muerte a asuntos de índole política. Toda ella encausada dentro de la Poesía Negrista Latinoamericana, en la que también encontramos autores como Luis Palés Matos y Nicolás Guillén, por nombrar tan sólo a dos de ellos. Hay que señalar que en este grupo se reúnen aquellos escritores que utilizaron su influencia para dejar en evidencia ciertas injusticias relacionadas con la discriminación a la gente nativa de ciertas regiones latinoamericanas. La poesía, como una voz aguda que grita el dolor de los que son diferentes.
Uno de los temas fundamentales de su obra es la discriminación racial; en ella encontramos una clara intencionalidad de cantar a la raza negra y reconocer todos sus aportes sobre la cultura latinoamericana. Supo, además, tocar temas políticos y personales con una gran intensidad, haciendo de la poesía un espacio de reflexión en torno al mundo y a la propia existencia. Otro elemento a resaltar de su obra es la presencia de elementos naturales: pájaros, árboles, ríos, brisa. Para Cabral existe entre poesía y naturaleza una estrecha relación y aunque asistimos en él a una obra poética pluricultural donde lo urbano adquiere una gran importancia, hay un deseo de volver a las raíces, de cantar a la vida desde la propia naturaleza, algo que lo acerca a Jorge Guillén, con quien comparte generación, y que le convierten en uno de los poetas dominicanos más exquisitos.
Entre las obras narrativas de Manuel del Cabral podemos citar «El escupido», «Los relámpagos lentos», «El presidente negro» y «Cuentos cortos con pantalones largos» y entre sus libros de poesía tenemos «La espada Metafísica», «Cédula del mar», «Poemas de amor y sexo» y «Sexo no solitario», por nombrar tan sólo algunos de más de una veintena de obras publicadas entre los años treinta y los noventa. También hay que recordar su autobiografía «Historia de mi voz», en cuya lectura no sólo nos encontramos con los inicios de Manuel del Cabral como poeta sino también con una obra compleja sobre su generación y los cambios que el mundo experimentó a mediados del siglo XX.
La obra de Manuel del Cabral es variopinta, intensa y profunda por lo que vale la pena darle un espacio, no sólo para descubrir imágenes muy bien logradas sino también para reconocer en sus poemas la historia de una cultura que ha sido ninguneada a lo largo de los siglos.