- A través de sus obras, Victoria De Stefano explora la realidad de forma directa, abordando temas dolorosos con sinceridad.
- Su narrativa se centra en la memoria, fusionando pasado y futuro con melancolía y optimismo en sus historias.
- De Stefano utiliza una prosa sutil que permite a los lectores experimentar el mundo a través de sus personajes.
- Convencida de que la experiencia puede transformarse en literatura, su obra invita a explorar emociones y experiencias vitales.
Victoria De Stefano nació el 21 de junio de 1940 en Rímini (Italia), donde vivió sus primeros seis años de vida. Desde esa edad en adelante vivió en Venezuela, donde se casó con el filósofo Pedro Duno y tuvieron dos hijos. Sus obras más conocidas son «Sartre y el Marxismo», «El lugar del escritor» y «Cabo de vida»; su estética e investigación filosófica ha sido muy relevante para la filosofía contemporánea latinoamericana.
En 1998 quedó finalista del Premio Rómulo Gallegos con su novela «Historias de la marcha a pie», aunque la obra ganadora fue «Los detectives salvajes» de Roberto Bolaño. Un rasgo muy distintivo de sus obras es que explora la realidad de una forma directa y sincera, sin importar lo dolorosa que ésta pueda ser. En ella nos topamos con la Guerrilla Venezolana, la cual experimentó de primera mano De Stefano, ya que su marido fue uno de los dirigentes más importantes de ésta.
Una de las cualidades de esta autora es que supo explorar el género breve con mucho acierto. Su obra «Lluvia», por ejemplo, aunque es pequeña cuenta con imágenes absolutamente conmovedoras que vuelven necesario leer y releer, rumiando cada palabra. De ella dijo el escritor Ednodio Quinteros que es un libro que avanza sobre dos temas fundamentales en las letras, la vida y la escritura, y que lo hace con claridad, a fin de que podamos llevarnos una idea muy bien expresada de las emociones que atraviesan la experiencia vital de quien escribe.
Es importante señalar que en De Stefano la memoria ocupa un lugar relevante. Todas sus obras se encuentran vinculadas directa o indirectamente a la forma en la que recordamos y generamos imágenes para rememorar las experiencias. La forma en la que memoria y pasado se asoman a sus historias es mediante un filtro de melancolía pero también con la insistencia de un futuro mejor posible. Sus novelas tienen, de este modo, un triste despegar porque se apoyan en el pasado, pero también una luz clara que nos lleva a mirar al mañana con ojos ilusionados y un sinfín de posibilidades ante los ojos.
En lo que respecta a su prosa, podría decirse que la propia autora tiene la particularidad de infiltrarse en la trama con sutiliza, es decir, consigue hablar sobre ella sin ser ella. Se transmuta en los personajes y va mostrándonos pequeños trozos de su propia vida pero siempre buscando una perspectiva filosófica y de universo de ficción clara. De este modo podemos zambullirnos en sus libros y sentir que somos nosotros los que habitan ese mundo, quienes se hacen esas preguntas, quienes sufren esa suerte. Este recurso ha sido utilizado muchísimo en la literatura latinoamericano no siempre con resultados muy positivos, pero su caso es uno de esos que deberían citar en cualquier buen manual de escritura creativa.
De Stefano está convencida de que toda experiencia, incluso todo aquello que vemos puede devenir en literatura. La forma en la que se dispara la creación es tan difícil de comprender y explicar que lo mejor es dejarse hacer y vivir la literatura como algo maravilloso que nos sucede y que nos puede servir para explorar nuestras propias emociones y el mundo que nos rodea. Al leerla comprendemos que en ella la mirada se vuelve difusa; no terminamos de entender dónde termina la experiencia del yo y se abre el mundo exterior, y esa es una de las grandes cualidades de su obra que le ha servido para convertirse en una de las autoras venezolanas más prestigiosas de su generación.
Sin duda, Victoria De Stefano es una de esas autoras que nadie debería dejar de leer.