Aunque según el santoral, y fiel a las tradiciones de la región, su nombre debió ser Olegario, en las prisas del nacimiento todos olvidaron las costumbres y le nombraron como el patrono de la ciudad y le dieron como segundo nombre el de su padre: José Gabriel. Ese es el punto inicial de la vida de Gabriel García Márquez, uno de los escritores que colaboraría con la difusión de la literatura latinoamericana en el panorama mundial. Al que, además, muchos hacen merecedor del acuñamiento del concepto de realismo mágico, que más tarde se convertiría en todo un subgénero literario y serviría para representar a los autores afincados en el Boom Latinoamericano.
Como el santo que no le dio nombre lo indica, García Márquez nació el 6 de marzo de 1927 en Aracataca y falleció en México D.F. el 17 de abril de 2014. Sus amigos le llamaban Gabo, y más tarde el mundo entero aprendió a dirigirse a él de esa forma. «Cien años de soledad» es la obra con la que consiguió hacerse notar, con muchas referencias autobiográficas a su vida aracateña y a la relación de sus abuelos Tranquilina Iguarán Cotes y Nicolás Ricardo Márquez Mejía.
Sin duda, las vivencias en los pantanales y las increíbles leyendas que le alimentaron en aquella infancia pueblerina, fueron fundamentales para hacer de él un escritor con una gran imaginación y una capacidad de fábula impresionante. Tan es así que al leerlo descubrimos que toda su obra remite a esa infancia, y se encuentra narrada con una melancolía peculiar (un rasgo que el escritor colombiano comparte con otros autores latinoamericanos). En su caso, quizá este desarrollo creativo tenga que ver en parte con esos referentes a los que se abrazó con pasión: Faulkner, Kafka, Woolf. De todos ellos su favorito fue siempre Kafka, que le enseñó a través de «La Metamorfosis» que la literatura valía pena: al ver que el personaje podía convertirse en un escarabajo gigante, Gabriel entendió que las posibilidades de la escritura eran infinitas, y esto le animó a acercarse con más pulsión a ella.
Gabriel García Márquez fue también periodista, destacándose de forma contundente en el área de la crónica. Y a tal punto desarrolló una labor ponderable que el maestro de la crónica, Ryszard Kapuscinski, declaró que el mayor mérito de Gabo fue demostrar que el gran reportaje, que describe con exactitud todas las dimensiones de la vida, contiene las características de la buena literatura. En su labor como periodista se destacan sus textos publicados durante los cincuenta, cuando viajó a Europa como corresponsal de un periódico bogotano y narró la situación del territorio después de la Segunda Guerra Mundial. También publicó novelas que toman elementos del género periodístico y lo elevan, como «Crónica de una muerte anunciada».
La estabilidad económica del escritor fue precaria durante mucho tiempo, llegando a límites inimaginados. Gabriel escribía con fervor, intentando no dejarse condicionar por la situación económica y cuando la cosa ya empezó a ponerse fea, su empeño dio un jugoso fruto: «Cien años de soledad». Con esta novela, García Márquez entró en la Editorial Sudamericana y más tarde en Barcelona y alcanzó el clímax de su carrera: el reconocimiento como el escritor que era, su amistad con Carlos Fuentes y Julio Cortázar, la reedición de toda su obra, y más tarde, la entrega del Premio Nobel de Literatura. Este es, sin duda, otro punto de inflexión en su vida. Tenía 55 años y era el escritor más joven en recibir este galardón. Como homenaje a su tierra, a la recepción en Suecia acudió vestido con un liquiliqui, el traje típico de su pueblo.
Gabriel García Márquez es un autor ineludible para los amantes de la literatura latinoamericana. Creador no sólo de las obras ya citadas sino también de impresionantes novelas como «El amor en los tiempos de cólera», «El general en su laberinto» y «Del amor y otros demonios». No obstante, por alguna extraña razón, injusta desde mi punto de vista, toda su labor quedó supeditada a «Cien años de soledad», y toda su obra posterior, que en nada se parece a esa novela, continúa siendo casi ignorada por los lectores.